Lima, la Ciudad de los Reyes, fue la capital de uno de los virreinatos más extensos y ricos de los dominios españoles en el Nuevo Mundo. Como tal atrajo, no sólo a hidalgos y comerciantes en busca de fama y dinero, sino también mantuvo en forma ininterrumpida, durante todo el período colonial, una pléyade de intelectuales. pintores, músicos y artistas de gran valía, que desarrollaron su labor en la capital y en las principales plazas del virreinato, donde dejaron su herencia polícroma de imaginería, lienzos, escritos y partituras que constituyen, hoy, un tesoro artístico de proporciones. Si bien la pintura y la imaginería coloniales son conocidas y apreciadas desde hace tiempo, la música de esa época recién empezó a cautivar al público europea y americano que, con asombro, descubre verdaderas joyas musicales hasta hace poco inéditas.

Su discípulo Toribio José del Campo y Pando escribió un elogioso párrafo sobre Orejón en el Mercurio Peruano en 1792: ''...en el Huachano (José de) Nebra, trasladado en el Licenciado D. Joseph de Orejón de Aparicio baxo de cuyos dedos era animado el órgano; al que prestaba articulación en el séquito de la salmodia, y en el que con la variación de sus Registros hacía por sus órdenes la imitación de instrumentos, animales y elementos...''
Si bien pudo haber diversidad de estilos durante la era virreinal, la estructura de la práctica musical se mantuvo inalterable. Cada catedral o iglesia de importancia mantenía una capilla de música, dirigida por un maestro de capilla e integrada por tantos instrumentistas y cantantes como podía mantener cada sede, según sus recursos. Hubo sedes como la catedral de Chuquisaca, hoy Sucre (Bolivia) que, por su cercanía de los ricos filones de plata de Potosí, podía mantener en esa época una capilla de más de cincuenta músicos, cifra muy superior a la que existía en importantes centros musicales europeos del momento. El maestro de capilla, por su parte, estaba obligado a componer un repertorio renovado para las diferentes festividades sacras del calendario anual, además de la dirección artística y administrativa del conjunto y de la manutención y enseñanza de los seises, o niños de coro, que cantaban las voces blancas de la polifonía y participaban en el canto llano junto a los canónigos capitulares.
El repertorio musical seguía una estructura casi tan unitaria como la anterior. Desde España se regulaba el repertorio de música litúrgica a través de cantorales y misas polifónicas editadas en Europa, las que se enviaban desde el Escorial y Sevilla. El maestro de capilla de cada sede hispanoamericana debía incrementar ese repertorio con la creación de nuevas misas, motetes, salmos, magnificats, letanías, antífonas, oficios de Semana Santa o de difuntos y, en lo posible, importar nuevas composiciones a España. Pero también debía proveer obras para un rico repertorio no litúrgico, consistente en villancicos de diferentes ocasionalidades, especialmente para Navidad, la Santísima Virgen, Corpus Christi o fiestas patronales; junto a rorros, juguetes, cantadas o cantatas, duetos y arias, que constituyen la base del corpus musical que todavía se conserva, en gran parte manuscrito, en catedrales hispanoamericanas.
Samuel Claro Valdés
Pontificia Universidad Católica de Chile
Capella de Ministrers recuperaría en 1993 este repertorio tan desconocido por aquél entonces, La España Virreinal. En la página web http://www.capelladeministrers.es/index.php/discografia/52-la-espana-virreinal.html podréis encontrar más información al respecto de esta fantástica y aventurada edición así como una fotografía histórica realizada en la Sala Claudio Arrau del Teatro Municipal de Santiago de Chile.
Virgen niña hilandera. Anónimo (1680-1710), Museo Pedro de Osma (Lima, Perú)
La Niña '' hilando la púrpura y la escarlata'' (L.E. Wuffarden) del gran velo para el templo del Señor junto a otras doncellas de la casa de David.